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Acontecimiento

 

El 5 de noviembre es fecha importante, crucial diríamos, en el calendario de la nacionalidad panameña. Los actos independentistas, llevados a cabo desde el centro administrativo del momento –Panamá como parte de Colombia– se concretan finalmente por las acciones realizadas en Colón por hombres como Porfirio Meléndez, Carlos Clemant, entre otros, y mujeres como Aminta Meléndez, una joven de 15 años, todos ellos creyentes en la necesidad de terminar con los lazos que nos unían a Colombia.

Varios son los hechos históricos que registran los textos sobre la participación de Colón en aquella gesta cuyo desenlace hoy conmemoramos como el centenario de la República: esto es, la fiesta nacional de todos los panameños y panameñas. Cuando el 3 de noviembre 1903 se declara la separación definitiva (ya antes se habían dado tres intentos) Colón tenía 51 años de edad. Su fundación venía desde el 27 de febrero de 1852 con la construcción del ferrocarril. Para decirlo de alguna manera, eran cinco décadas de sudor de la clase trabajadora que le permiten a la nación, en sus primeros pasos, iniciar con buen pie en lo que sería la estructuración económica del naciente país.

Colón tiene una rica, aunque dolorosa, historia. Las manifestaciones de rebeldía manifiestas desde los tiempos de Pedro Prestan; las faenas de trabajo durante las primeras cinco décadas de la vida republicana; la experiencia de la marcha del hambre y de la desesperación con la que se da inicio a una nueva relación salarial en el país, el patriotismo de enero de 1964 y la insurrección del 6 de junio con sus mártires, son solo algunos ejemplos de nuestra historia. Estas experiencias, al igual que otras dadas en el resto del territorio nacional, deben latir siempre en la mente y en el corazón de los panameños, y deben ser parte de la memoria de la misma nación.

Es por esa razón que el solo hecho de no considerar el 5 de noviembre en la agenda oficial –digamos que por descuido– inquieta los corazones y alerta el llamado de la historia que ve lacerar lo que hicieron las pasadas generaciones, a las generaciones de ayer (cada una en sus distintas etapas del devenir de los 100 años) a las cuales debemos reconocer sus aportes en la consolidación de la identidad nacional. Una consolidación –aun en tránsito– que para gran parte de la población costó –y sigue costando– sacrificios, sinsabores, desolación y pobreza, e indiferencia. Si bien es cierto, como ha dicho atinadamente el cantor “patria son tantas cosas bellas”, también la patria resulta del sudor del hombre humilde, de su trabajo mal remunerado, del dolor que brota de la injusticia que cometen aquellos que tienen poder para desconocer derechos; es el quejido del pobre que reclama, pero no recibe, y que quizá no celebre estos 100 años.

Patria es mirar el futuro y soñar con un Panamá unido; con un Colón próspero con las riquezas bien distribuidas. En verdad, “patria son tantas cosas bellas” y una de ellas es el 5 de noviembre.

 

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